Celos. La otra vida de Catherine M. by Catherine Millet

Celos. La otra vida de Catherine M. by Catherine Millet

autor:Catherine Millet
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Erótico
publicado: 2008-08-09T22:00:00+00:00


Las pequeñas ficciones que he contado, palancas de mi placer solitario, habían sido las primeras pruebas flagrantes del secuestro de mi imaginación. Curiosamente, en el terreno del placer inmediato, intenté luchar para recuperar mi libertad fantasmática. A menudo empezaba a acariciarme y buscaba una inspiración voluntarista en mi registro antiguo, pero no había nada que hacer, ni siquiera las tramas más inveteradas lograban ya excitarme suficientemente, y cuando recordaba una u otra de las escenas interpretadas por Jacques y alguna de sus amigas lo hacía con rabia, con la clara conciencia de mi subordinación idiota. Trataba de conservar una noción clara del tiempo que llevaba subyugada de este modo hasta lo más hondo de mi imaginación. De haber podido, habría trazado palotes en las paredes de mi celda imaginaria; contaba por meses y después por años, sin saber si un día volvería a ser la misma en lo que es por excelencia el acto sexual individual.

No di muestras de la misma clarividencia, bien es verdad que inútil, en muchas otras esferas que me fueron gradualmente confiscadas de mi universo simbólico. En este universo, el pueblo de Illiers-Combray, que Jacques conocía bien porque había pasado la infancia en la región, era una gran encrucijada de significaciones y de emociones. Habíamos ido allí varias veces, la primera acompañados de sus padres, y luego de amigos próximos; con la complicidad de uno de ellos, habíamos sacado una foto donde se ven nuestras siluetas, destinada a la portada de una obra de Jacques. Los dos habíamos posado en la escalinata de un hotelito cuyo rótulo enigmático —como no habíamos podido por menos de observar— era «Hôtel de l’image».[1] Añado que leí En busca del tiempo perdido y empezó a gustarme Proust durante el primer verano que pasamos juntos. En el río que nos atraviesa, que baña nuestros sentimientos y deposita el aluvión de los recuerdos, en mí se mezclaban las aguas de las sensaciones que me había producido la lectura de los recuerdos de infancia del narrador con las que habían nacido de la novela subjetiva que yo elaboraba escuchando a Jacques contar su propia infancia, y por último con nuestra vida en común, cuyos hitos se inscribían en ella, materialmente modestos pero cargados de emociones. Ahora bien, Jacques no sólo había hecho esta misma excursión con L., sino que la habían aprovechado para alquilar una habitación en el albergue de Moulin de Montjouvin. ¿No había yo, por mi cuenta, esbozado secretamente el proyecto de aquella escapada juntos? Cuando aún aguardaba el momento propicio para proponerla descubrí que se me habían adelantado. Al instante, la representación a que dio lugar la página del cuaderno donde me enteré del hecho convirtió el marco del encantador albergue rural en un tópico irónico del relato de adulterio. Se me apareció impregnado del famoso pasaje en que la amiga de la señorita Vinteuil, abrazada a ella, la incita a un juego perverso, amenazando con escupir sobre el retrato de su padre difunto, escena que Proust sitúa en la casa de éste, a la que denomina Montjuvain.



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